La Imitacion de Cristo

Mantenme en tus oraciones

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“Manténganme en sus oraciones”. Esas son las palabras que mi madre usaba todo el tiempo, especialmente a medida que envejecía, al final de una de nuestras visitas, o en las tarjetas y notas que me envió. De hecho, son las últimas palabras que oí hablar a mi madre cuando la visite en el hospital la noche anterior a su muerte. “Mantenme en tus oraciones”, dijo mientras la besaba en la frente y me preparaba para irme. No estoy seguro de porque esas palabras se convirtie-ron en una parte tan regular de la conversación de mi madre.¿Fue porque se dio cuenta de que se estaba debilitando y necesitaba la ayuda de Dios? ¿O porque ella quería ser recordada a Dios mientras se preparaba para reunirse con él? ¿O porque era una manera de sentirse cerca de mí, su hijo sacerdote, aunque estuviéramos separados por la distancia geográfica? O quizá haya sido por todo lo anterior. Pedir las oraciones de alguien u orar por otra persona, es algo hermoso y católico.Pero es un instinto que trasciende nuestra fe católica. Muchas personas piden oraciones y oran por otros en tiempos de desastres naturales, emergencias públicas y necesidades personales. Me sorprendió y me complació ver recientemente, en el Providence Journal, el titular de un editorial que se escribió cuando la leyenda del béisbol, Big Papi, recibo un disparo y resultó gravemente herido en la Republica Dominicana. “Oraciones por David Ortiz” decía la editorial. Un atractivo, muy sincero y apropiado, de un periódico completamente secular, no conocido por su devoción religiosa. Orar con o por alguien más, logra varias cosas. Nos recuerda la presencia y el poder de Dios en nuestras vidas, algo que solemos olvidar cuando las cosas van bien. Nos conecta con otra persona necesitada, afirmando la solidaridad de la familia humana. Y agudiza nuestra sensibilidad al sufrimiento y las necesidades de los demás, brindándonos una manera de responder cuando, quizás, otras opciones no están disponibles. No puedo declararlo infaliblemente, por supuesto, pero estoy bastante seguro de que ahora mi madre esta con Dios nuestro Padre en el cielo, rodeada por todos los ángeles y santos. Entonces, permítame tomar este momento y este lugar público para decirle: “Mamá, mantenme en tus oraciones”.

Algo para pensar: ¿Ha habido algún momento específico en tu vida en el que has necesitado y te has be-neficiado con las oraciones de otros?