LA IMITACIÓN DE CRISTO

Cosas que cambian; y cosas que se mantienen

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La Iglesia, como el mundo en el que vive, es una realidad dinámica siempre sujeta a cambios. Y es cierto tanto para la Iglesia Universal como para la Iglesia local.

La Iglesia cambiante ha estado en plena exhibición recientemente. Hemos visto el final de una era con la muerte del Papa Benedicto que, de alguna manera, concluye el capítulo perfecto de Benedicto-Juan Pablo en la historia de la Iglesia. El Papa Francisco ciertamente ha iniciado cambios en la Iglesia, no tanto de doctrina, sino de estilo y énfasis. En reiteradas ocasiones, el Santo Padre ha insistido en la necesidad de que la Iglesia cambie; para escuchar la voz del Espíritu Santo, y para que los miembros de la Iglesia caminen juntos, abrazando una nueva visión de la vida y el ministerio eclesial.

Y los cambios también son evidentes más cerca de casa, incluso aquí en nuestra Diócesis de Providence. Nuestro obispo auxiliar se jubiló recientemente y hemos recibido con alegría a un nuevo obispo coadjutor que me sucederá cuando me retire. Nuestros sacerdotes están envejeciendo y jubilándose, pero se está preparando una nueva generación de hombres, aunque más pequeña, para llevar la antorcha del ministerio sacerdotal. También la Diócesis depende y agradece cada vez más el ministerio de sacerdotes internacionales que aportan su celo y sus experiencias culturales para servir al pueblo de Dios aquí en Rhode Island.

También, se están produciendo muchos cambios en nuestras parroquias locales: el intercambio de párrocos, la fusión de parroquias, el cierre de iglesias, el cambio de horarios de misas, por nombrar algunos.

No debemos sorprendernos ni temer ante estos cambios, ya que la Iglesia es una comunidad viva que viaja a través de la historia, y durante 2000 años el cambio ha sido una constante.

Sin embargo, en medio del cambio, también es reconfortante pensar en las cosas que no cambian en la Iglesia. Estos son los pilares sólidos que sostienen nuestra fe. Podemos señalar la presencia constante y la providencia de Dios que vela por nuestro camino; la guía de Jesús, nuestro Buen Pastor, que nunca abandona a su rebaño; la presencia consoladora de Cristo en la Sagrada Eucaristía que nos alimenta en nuestro camino peregrino; la inspiración e intercesión de nuestra Santísima Madre, la Virgen María, y de todos los santos y ángeles, que oran por nosotros constantemente ante el trono de Dios.

Entonces, mientras miramos y, a veces, nos preocupamos por los cambios que ocurren en la Iglesia, nunca debemos olvidar las cosas buenas y hermosas que nunca cambian y que nos dan consuelo, esperanza, paciencia y perseverancia en tiempos de incertidumbre.

Algo para pensar: ¿Los cambios en la Iglesia te preocupan o te dan esperanza?