"Adictos al trabajo", "productivos", "imparables", "24/7", "trabajadores incansables", "sobresalientes", etc. Estas palabras y expresiones, entre otras, son omnipresentes en nuestro vocabulario diario. Con frecuencia nos sentimos orgullosos cuando nos asocian con ellas.
Las palabras y expresiones frecuentes usualmente reflejan el carácter de una cultura. ¿Qué reflejan los términos anteriores con relación a quiénes somos? Para algunas personas, dichos términos nos recuerdan el impulso de hacer, lograr y producir. Queremos cambiar las cosas; transformarlas cuando es posible. Queremos que nos conozcan por hacer algo.
Para otras personas, tales términos revelan el frenesí de una sociedad que parece haber perdido el sentido de hacer las cosas con calma mientras que busca con ansiedad alcanzar resultados. Parece que hemos olvidado cuándo parar. Somos definidos por nuestros resultados; sin ellos nos sentimos incompletos.
Saber que tenemos un impulso natural de hacer cosas y obtener logros, lo cual es bueno, tiene que balancearse con el sobrio reconocer que somos más de lo que hacemos y producimos, lo cual también es bueno. El gozo de vivir reside en medio de estas dos realidades.
Los católicos tenemos una larga tradición que afirma la importancia del descanso. Dicha tradición tiene sus raíces en las escrituras mismas. En el primer capítulo del Génesis nos encontramos a Dios descansando en el séptimo día después de crear todo lo que existe. ¡Qué imagen tan hermosa!
¿Necesita Dios descansar? ¿Experimentó cansancio Dios? Podemos especular todo lo que queramos, pero ese no es el punto. Dios descansó y contempló. Dios se regocijó. En el séptimo día nos encontramos con un Dios que se regocija siendo un Dios que descansa.
La tradición bíblica hebrea nos recuerda la importancia de los momentos de descanso, también dedicados a honrar a Dios: el día sábado, el séptimo año después de trabajar la tierra durante los últimos seis años, el jubileo después de 49 años de arduas labores, etc. Dios descansa. Los trabajadores descansan. La tierra descansa.
Me encantan los pasajes del Evangelio que nos presentan a Jesús descansando: Cuando se aleja de las multitudes, cuando se retira con sus amigos, cuando busca momentos de silencio y cuando duerme, entre otros.
A través de los siglos, los cristianos hemos afirmado la importancia del descanso. Aquellas sociedades con gran influencia católica son conocidas por tener más días festivos. En América Latina, los días festivos religiosos y seculares son al mismo tiempo días de descanso y días de fiesta. Al llamarse "festivos," implícitamente son una invitación a celebrar.
El descansar es un acto de justicia hacia nosotros mimos y hacia los demás. También lo es hacia el orden creado. No somos máquinas y tenemos que resistir tratarnos o tratar a otras personas de esa manera. Tenemos que rehusarnos a cualquier impulso de minimizar la humanidad de otras personas negándoles su descanso. Somos humanos y necesitamos descansar. Descansar es un acto de amor hacia nosotros mismos, los demás y el orden creado.
Tengo que confesar que soy una de esas personas que se siente a gusto trabajando más de la cuenta, produciendo algo nuevo de manera regular, muchas veces sacrificando el descanso necesario. Soy el primero que necesita conversión a la luz de esta reflexión.
Necesitamos crecer más en cuanto a reconocer la necesidad del descansar y lo sabio que es hacerlo. Necesitamos entender que de vez en cuando está bien decir, "estoy cansado y necesito descansar". Sentirnos cansados no nos hace menos humanos. Todo lo contrario. El saber que necesitamos descansar nos recuerda que somos humanos.
Para apreciar mejor el valor de descansar necesitamos del apoyo de otras personas. Es por ellos que es importante ser parte de una comunidad. No sólo necesitamos que otras personas nos recuerden que necesitamos descansar, sino que crecemos como seres humanos cuando descansamos con nuestras familias y amigos. Crecemos cuando descansamos con el orden creado. Asegurémonos de sacar un tiempo para descansar.
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Ospino es profesor de teología y educación religiosa en Boston College.