En esta cuaresma quisiera lanzar un desafío a nuestros lectores sobre limitar el tiempo que pasamos usando la tecnología en nuestras familias, en nuestros hogares, y en nuestra vida personal.
La tecnología ciertamente es muy útil pero si dejamos que ella domine todos los aspectos de nuestra vida puede tornarse en detrimento de una buena comunicación en nuestro hogar y en nuestras relaciones familiares.
A qué me refiero por tecnología: bueno para empezar la televisión, el uso del Internet a través de nuestras computadoras, nuestros teléfonos inteligentes, ipads, ipods, tabletas y muchos de los juegos electrónicos que hoy vienen también con conexiones al Internet.
Ciertamente yo no estoy en contra del uso de la tecnología porque con cierta moderación y supervisión puede ser algo muy útil para nuestras vidas.
Recuerdo hace unos 10 años atrás que andaba en mis reuniones con un pager en la cintura, una libreta de notas, un calendario, una biblia en mano, un afinador para la guitarra, una cámara fotográfica, y un grabador digital para hacer entrevistas.
Hoy puedo hacer todo eso y mucho más con mi teléfono inteligente que tiene las funciones de básicamente una computadora.
Sin embargo he notado que en muchos hogares y yo me incluyo por supuesto, a veces podemos caer en la tentación de que cada miembro de la familia está con un teléfono, un iPad, una computadora, en fin; cada uno en su propio mundo, en su propia actividad y todos desconectados unos de otros.
Ciertamente los juegos electrónicos tienen una propiedad muy adictiva que puede hacer que nuestros jóvenes o porque no, adultos también, se dediquen a estar simplemente jugando usando una gran cantidad de horas que de lo contrario podrían dedicarlo a hacer una actividad constructiva, educativa, o divertida entre los miembros del núcleo familiar como aprender la guitarra o artes.
Imagínese usted a Jesús, llegando a una casa abre la puerta, entra y el niño chiquito está viendo una película , el otro un juego animado en otro televisor, los muchachos adolescentes uno con su ipad, el otro jugando juegos electrónicos, la mamá con su teléfono inteligente, El papá en la computadora y todos están desconectados unos de otros en su propio mundo.
Ese es el peligro que corre la familia moderna.
Reconociendo esta realidad mi esposa Becky y yó, decidimos establecer ciertos límites en nuestro hogar.
De hecho ya habíamos compartido que hace más de seis años que cortamos el servicio del cable o satélite de la televisión.
Después pusimos en la computadora y en los teléfonos y dos iPads que tenemos en la casa, controles y filtros que bloquean todo contenido pornográfico, y música o películas con contenido indecentes.
(Sería interesante poder hacer una charla sobre cómo poder bloquear todas estas cosas para nuestras familias y es algo para consi-derar en el futuro).
Y finalmente decidimos limitar considerablemente el tiempo en que usamos la tecnología en nuestro hogar. Primeramente nosotros como padres teníamos que limitar el tiempo que nosotros pasamos con los teléfonos y no usarlos frente a ellos pues les estamos dejando un mal ejemplo, y mas arrastra el ejemplo que los sermones.
Entonces decidimos que cuando yo regrese del trabajo iba poner mi teléfono a cargar e íbamos a pasar un tiempo en familia desconectados de los teléfonos y otros medios que tienen conexión al internet.
Esto puede ser bien difícil de llevarse a cabo cuando se han creado fuertes hábitos en nuestro uso de la tecnología y poco a poco podemos ponernos a dieta y escoger ciertos horarios y ciertos momentos para usarlos y al mismo tiempo tener un tiempo sagrado de familia en que dejemos fuera de todas estas influencias de la tecnología, y así alrededor de la mesa cada uno comparte una cosa que le paso ese día a o algo que está pasando en sus vidas, recuperando el tiempo de comer, orar y dialogar en familia.