La celebración del 150 Aniversario de la Diócesis ha llegado a su fin. Desde hace varios meses hemos tenido una serie de eventos devocionales, educativos y culturales. El periódico diocesano ha publicado excelentes artículos en inglés sobre nuestros siete ex obispos y ha destacado hechos fascinantes de los archivos diocesanos. Y la Misa solemne para honrar a nuestros santos patronos, los apóstoles Pedro y Pablo, fue todo un éxito. Ha sido una oportunidad maravillosa para que reflexionemos sobre nuestro pasado y demos gracias a Dios por todas las bendiciones que nos ha dado.
Pero este aniversario, como todo aniversario, es una intersección del pasado y el futuro. ¿Qué podemos esperar del futuro? ¿Y qué necesitaremos para sobrevivir en los días y años venideros? Permítanme sugerir tres claves para un futuro pacífico y seguro.
La primera es la confianza. Como sabemos tan bien, nunca podemos predecir el futuro. No tenemos idea de lo que vendrá en nuestro camino en 50 años, 25 años, el próximo año o incluso mañana. Solo sabemos que el futuro estará lleno de sorpresas y con muchos eventos fuera de nuestro control. Es por eso que necesitamos ponernos completamente en las manos de Dios, confiando en su providencia, confiados en que nada, nunca, “podrá separarnos del amor de Dios”. (Rom. 8:39)
La segunda es “mantener nuestros ojos fijos en Jesús, el líder y perfeccionador de nuestra fe” (Heb. 12:2) y no distraernos con otras falsas promesas o agendas infructuosas. San Juan Pablo hizo hincapié ese punto cuan-do escribió sobre la preparación para el nuevo milenio. Explicó que el futuro tiene que “estar centrado en Cristo mismo que ha de ser conocido, amado, e imitado, para que, con él, podamos vivir la vida de la Trinidad, y con él, transformar la historia”. (Novo Millennio Ineunte)
La tercera es permanecer muy cerca de María, nuestra Santísima Madre, y pedirle que nos acompañe en nuestro camino. María ya ha recorrido el camino que estamos recorriendo. Ciertamente ha conocido las alegrías y tristezas de la vida. Debemos esforzarnos, entonces, por imitar su fe y su confianza sabiendo que “nunca se supo que alguien que haya buscado su protección, implorando su auxilio o buscado su intersección se quedó sin ayuda”.
Confiando en Dios, manteniendo nuestros ojos fijos en Jesús y caminando con María, con estas virtudes podemos estar seguros de que, independientemente de lo que se nos presente como diócesis en el futuro, estaremos bien.
Algo para pensar: ¡Estas claves para el futuro también pueden ser útiles para tu vida!