El Estado de la Esperanza

Compartamos los actos de Caridad de la Iglesia

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La antigua Iglesia se esparció por el mundo mediterráneo. Los caminos eficientes de Roma fueron testigos del recorrido de misioneros como Pablo y Barnabás.
Los esfuerzos violentos del Imperio Romano para que no creciera la fe y convertir a la gente solo aumentaron el valor y la alegría de estos mártires cristianos.
En el cuarto siglo, un hombre llamado Julián llegó a ser Emperador. Para ese entonces la persecución contra los cristianos había terminado.
Julián, muchas veces llamado el Apóstata, abandonó su fe y se entregó al paganismo. Esto causó que se llenara de ira al ver la fe de los cristianos en su imperio.
Al ver que la persecución practicada por los anteriores emperadores fallaba y aumentaba el número de creyentes, Julián usó una estrategia diferente. Él conocía la Iglesia desde adentro y había visto los esfuerzos por ayudar a los ancianos, a los enfermos, educando a los jóvenes y ayudando a los pobres. Entonces Julián no les prohibió su fe, les prohibió que hicieran caridades y esfuerzos compasivos.
La cultura de la antigua Roma era cruel y estaba basada en el poder. La sociedad romana se basaba en el bienestar del individuo y buscaba explotar y dominar a otros a costa de su propia familia. Los romanos no se ayudaban entre ellos y cuando lo hacían, había un precio.
Julián se dio cuenta que los cristianos tenían el hábito de ayudar a otros desinteresadamente. En otras palabras, Julián comprendió el trabajo compasivo de la Iglesia por ayudar al más vulnerable y se dio cuenta de la fuerza de la fe y la evangelización.
Él trató de evitarlo, pero fracasó. Los cristianos de su imperio ignoraron sus órdenes y siguieron trabajando. El trabajo se ha hecho por siglos.
Lo vemos en los hospitales, universidades, escuelas, orfanatos y muchas otras instituciones donde se ayuda al que sufre. Lo vemos en las comunidades religiosas establecidas para cuidar al enfermo y al pobre y en la vida de los santos que combinaron su heroica virtud y compasión.
Este trabajo continúa en la Iglesia de Providence. No sé si alguno de ustedes se da cuenta del gran trabajo que se está haciendo con las personas que más lo necesitan.
Cuando llegué a Providence me dí cuenta del trabajo que aquí se realiza. Las parroquias y escuelas siempre buscan cómo ayudar a otros, la diócesis tiene programas de ayuda para los inmigrantes y refugiados, los ancianos y enfermos, da de comer al hambriento y techo al que no lo tiene, se les ayuda para que tengan un nuevo comienzo.
Algunas veces algo tan sencillo como que se reúnan un grupo de ancianos en San Martin De Porres y puedan compartir un almuerzo, donde cientos de ellos se reúnen cada semana y unas 300 familias llevan alimentos a sus casas.
Algunas veces solo se trata de alzar la voz en defensa de la dignidad humana ayudando a una joven soltera que decidió tener su hijo.
También con el programa "Manteniendo la calefacción encendida" la cual ayudó a más de 700 familias el año pasado. Tenemos también Emmanuel House un albergue de 24/7 que está abierto para recibir a los que no tienen hogar cada noche, con 60- 65 camas y muy pronto vamos a tener un total de 30 camas para mujeres.
Se instalaron 98 evacuados de Afghanistán, 60 refugiados y cientos de inmigrantes.
Todo esto gracias a los católicos generosos que aportan generosamente con su talento y tesoro a las necesidades de todos, ya sea locales o extranjeros.
La semana pasada nuestro Gobernador convocó a representantes religiosos a discutir recursos para el frío invierno que se acerca especialmente para los indigentes. En esa reunión los representantes de la diócesis de Providence se distinguieron muchas veces por el compromiso y contribución de muchos católicos en el estado de Rhode Island.
Esta admiración no me sorprende en lo más mínimo. La propagación del cristianismo y la caridad no fue una estrategia para que la Iglesia se expandiera.
Fue el trabajo del Espíritu Santo que nos inspira en nuestros corazones a amar más a Dios y a nuestros semejantes.
Me siento muy agradecido por el trabajo del espíritu que se realiza aquí y ahora. ¡Y me alegro de pertenecer a la Iglesia de Providence para poder compartir el trabajo de caridad!