Este verano teníamos muchos planes de familia enfocados en el trabajo misionero. Como lo sabemos “el hombre propone y Dios dispone”, y nos llevamos la sorpresa de emprender una misión no planeada y que demandó todo nuestro tiempo y atención.
Mi esposo y yo comenzamos una obra misionera en la República Dominicana en el año 2020. Esta obra consiste en un comedor comunitario, que sirve de salón multiusos, una capilla, parque infantil y una casa misionera. Desde el comienzo de nuestro trabajo entendíamos la necesidad que existía de evangelizar no solo a esa comunidad si no al país entero. Esto nos motivó a contactar al Padre Luis Toro, y fuimos puestos en lista de espera para el 2028. Para que el pudiera ir a ese país.
A cortos dos días de haber llegado al país dominicano recibo un mensaje a la medianoche preguntándome si estuviéramos dispuestos a recibir al padre la semana siguiente. Inmediatamente mi esposo y yo conversamos, oramos y dijimos que “Sí”.
Pero ese “Si” implicó el dejarlo todo. Ya teníamos las vacaciones planeadas para visitar Guatemala en familia, y necesitábamos supuestamente un tiempo para nosotros. Pero el Señor vino y nos dijo muy amablemente al corazón “ustedes no están de vacaciones”. Así que en obediencia cancelamos todo, y empezamos a organizarnos.
Acostumbrados a coordinar eventos y misiones nos cargamos las baterías y por gracia de la Divina Providencia nos conectamos con diferentes sacerdotes, y obispos en diferentes diócesis y organizamos los primeros cuatro eventos. Fuimos testigos de cómo Dios movió el corazón de cada persona y cada equipo que se formó. Cientos de personas en cada comunidad dijeron un “Sí” rotundo y se comprometieron a ser parte de los equipos parroquiales y diocesanos que colaboraron en cada lugar. La Hermandad de Emaús, en especial arraso en su liderazgo y movilización, entregándose por completo a la coordinación de uno de los eventos y ayudándonos con la seguridad personal del padre en cada evento.
Las muestras del amor de Dios se derramaron en abundancia, ya que un grupo de misioneros de la Divina Misericordia llegaron desde New Jersey días antes, y con ellos empezamos el ministerio de la oración y liberación de los enfermos, recorriendo ciudades alejadas y comunidades a las que no habíamos ido antes.
Cuando acabamos el primer evento aparecieron hermanos de otras comunidades, con permisos de sus obispos pidiendo la oportunidad de llevar al padre. Así es como lo que eran cuatro días de evangelización se transformaron en ocho días de jornada constante evangelización. Fueron miles de miles de personas que asistieron a cada evento para aprender más sobre nuestra fe, y ya para el día de hoy ya millones de personas se han nutrido de las palabras de vida que fueron compartidas durante esta campaña de evangelización.
Hubieron muchas pruebas, muchas cosas inesperadas, pero en todo momento Dios se glorificó y se cumplió todo según Su santa voluntad. Al final de la jornada las lecciones que nos quedaron fue que no podemos dejar de perseverar por hacer la voluntad de Dios y que cada uno de nosotros somos llamados a ser profetas del Dios altísimo promoviendo Su palabra donde sea que vamos e inspirando a otros a conocerle más. No podemos desfallecer, y tenemos que ser católicos informados para no perecer por falta de conocimiento.
Esta jornada de evangelización dejó sembrada la semilla, y ahora los trabajadores empezarán a abonar esa tierra fértil donde cayó. Grupos de apologética y estudios bíblicos, misiones de evangelización, grupos de oración, reconstrucción de capillas, todo para la gloria de Dios y en Su tiempo.
Si quieres ser parte de estas iniciativas comunícate con Sergio Monterroso al (401)363-1202.